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Historias de resistencia, lucha y olvido en el ex matadero

Lo que fuera una fábrica pasó a ser un refugio ante la crisis del 2001 y hoy es el lugar en donde viven, hacinadas, más de treinta familias y un centenar de niños

Más de treinta familias, un centenar de niños y un panorama que es desolador por donde se lo mire.

Barro, agua estancada, focos de infecciones a cada paso, basura acumulada y un espacio en donde parece que el Estado se olvidó de llegar.

Los diez días de lluvia seguidos de las últimas semanas no hicieron más que agudizar los problemas que tienen los residentes en el lugar. Las enfermedades respiratorias complican a los chicos, que sufren el asma crónico, resfríos y demás dolencias.

Una historia de crisis

El ex Matadero Municipal villanovense fue un establecimiento recordado por muchos de los vecinos ya entrados en años en la vecina ciudad. El establecimiento fabril -pequeño- se mantuvo a duras penas hasta comienzos de la década del 90.

Exigencias legales provinciales y el costo del mantenimiento llevaron al cierre del lugar, que luego, durante un par de años fue explotado por manos privadas, hasta su definitivo cierre.

Si bien en 1995 ya se comenzaba a mencionar la posibilidad que el predio completo se lotee y se destine a la construcción de viviendas sociales; el quiebre económico - social de 2000 y 2001 fue el punto límite que hizo que muchas familias terminasen instaladas, por el Municipio, en el predio fabril, “con lo puesto”, ante la imposibilidad de vivir en otros espacios.

“El límite que significó la crisis de comienzos de los 2000. Mucha gente no tenía donde ir y terminó en el ex matadero, como también en otros asentamientos que hay en Villa Nueva, como los “Galpones de Costamagna” o en lo que era el ex Pablo VI”, relata una fuente barrial que siguió de cerca los hechos.

“Esos primeros asentamientos, terminaron agrandándose generalmente a través de vínculos familiares. Mucha gente que vivía en centros urbanos como Córdoba, Rosario o Buenos Aires, volvieron a sus lugares de orígenes en busca de una mejor situación y por algún hermano, tío o primo, terminaron en el ex matadero”, señala la misma fuente. Testigo del crecimiento del asentamiento, en el que mucha de la gente inicial, sigue subsistiendo.

Las pequeñas comunidades se fueron organizando en la periferia de los barrios. En el caso del ex matadero, en la periferia de la ciudad, a unos 4 kilómetros del centro local y en un terreno inundable.

“La verdad es que no me acuerdo”, relatan los actores políticos oficialistas y opositores de las distintas épocas. “No recuerdo”, señalan los historiadores locales consultados por este medio sobre la historia del predio fabril devenido en refugio. La metáfora perfecta del olvido en el que vive mucha de esta gente.

El edificio del matadero pasó a ser una vivienda, así como también lo que era su área administrativa.

Los terrenos en donde años atrás había campo o corrales, pasaron a ser pequeños lotes en donde las familias se fueron construyendo sus viviendas. Con lo que tenían, con lo que pueden juntar. De sobrevivir se trata su vida.

La presencia del Estado se siente en el lugar sólo en contadas cuotas de asistencialismo, que obliga a la gente a agradecer ante cada colaboración, y que aporta parches que lejos están de solucionar la crisis estructural en la que viven, de la manera más digna posible.

Una garita de colectivos para un colectivo que nunca pasó, un contenedor de residuos colapsado porque el recolector también los olvidó y dos focos de alumbrado público, prendidos día y noche son los testigos mudos de una triste historia de olvido.

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